Los vehículos del transporte público regular de Lima


HOJA DE RUTA #5

Entre gris y blanco: estos son los colores que tiñen el cielo de Lima varios meses al año. Un espectáculo que brinda una atmósfera oscura, seria y algo triste a la vida del común de los habitantes de esta ciudad, quienes vivimos alejados del sol y sumidos en la característica indiferencia limeña, encomendados en nuestras rutinas diarias.

Historia y diseños

Entre tanto gris, sin embargo, tiene lugar un espectáculo que, desapercibido por los limeños, es el primer asalto visual a los ojos del foráneo que llega a la ciudad: vehículos pintados con los más variados, vistosos y algo chillones colores quiebran la monotonía urbana que predomina en esta ciudad de cielo blanquecino, al punto de hacerse (para bien o para mal) característico de esta capital (acaso no del país). 

Solo por rememorar los últimos sesenta años (con mayor detalle en otro post), los vehículos han pasado de lucir dos colores a tener franjas, luego franjas de colores sobre fondos blancos, más tarde figuras geométricas y colores degradados, y finalmente las curvas y olas predominaron en los diseños de los vehículos que caracterizan a una empresa operadora o, incluso, a una ruta en específico, haciendo referencias históricas en muchos casos a rutas antiguas.

En la actualidad, los más curiosos y llamativos diseños acompañados de las ya clásicas leyendas de la ruta pintadas a los costados del bus, coaster o combi, los vehículos de transporte público regular se hacen notar desde lejos. ¿La utilidad? Diferenciar a la empresa (o ruta) de las demás. ¿La desventaja? El desorden estético y estrés visual que ocasionan en los transeúntes y que no pasa desapercibido.

Los paneles 

Visualmente, también destacan los paneles de ruta, es decir, la parte superior delantera del bus donde se aprecia el código de ruta (antiguo o nuevo), acompañados del distrito de origen y del distrito de destino, o se desliza una leyenda de la ruta (en caso de paneles electrónicos).

Los castillos pueden ser letreros acrílicos o paneles electrónicos, siendo en este último caso, de colores amarillo o rojo. A veces vienen adornados con stickers, luces led o letreros luminosos que resaltan el alias de la ruta (letras, números, colores o luces parpadeantes).

Los claxon o bocinas

Se dice que Lima es una ciudad que, aparte de generar estrés visual, está muy contaminada auditivamente. Ha sido muchas veces demostrado que el nivel de ruido en esta ciudad rebasa varias veces el límite máximo permitido, y eso influye mucho en los altos niveles de estrés que sufrimos sus habitantes: un récord nada halagador.

Es un hecho que el transporte público no es el único causante de semejante caos, es parte de la idiosincrasia nacional tocar la bocina para todo: para solicitar el pase, para cederlo, para apurar al de adelante, para avisar que se adelantará de todas maneras, para chocar, para hacer maniobras, para vender helados, para anunciar llamar pasajeros, para maldecir al policía de tránsito que retiene el tránsito, para pasar tras una ambulancia, para alertar a los ciclistas y motociclistas que zigzaguean enfrente, para alertar a peatones distraídos… en fin, creemos que queda clara la idea del excesivo uso del claxon en esta ciudad, probablemente replicado en muchas capitales de la región.

En el caso de los vehículos de transporte público, las bocinas pueden ser de lo más variadas, de los clásicos claxon hasta las que tienen música como “la cucaracha” o los desconcertantes mugidos de vaca.

Stickers y calcomanías

Aunque en algunos microbuses y combis se les puede ver en los exteriores, normalmente se le ve en el interior de los vehículos. Stickers y calcomanías con personajes como Condorito, Buggs Bunny, el Pato Lucas, Porky y otros, acompañados de frases del contenido más variado, que expresan los atributos de las personalidades del chofer o cobrador (“tócame que soy realidad”, “Pa’ bravo yo”, “el chofer es chévere”), o hacen referencia al vehículo o al servicio (“zona VIP”, “rápido y furioso”, “las bonitas no pagan pasaje”) y el infaltable (e ilegal) “velocidad máxima: 70 km/h”.

Otras frases características que adornan los vehículos tienen connotaciones religiosas, como el clásico “guíame Señor de Muruhuay”, “Señor de Los Milagros”, o “Dios es el dueño de este vehículo, yo solo soy el chofer” o las infaltables de “Ezequiel Jonás, ‘el Cristo en la Tierra’”.

También podemos encontrarnos con stickers y calcomanías de estaciones de radio limeñas, equipos de fútbol, colectivos sociales, además de anuncios de bancos o servicios de todo tipo en tarjetas colocadas en las agarraderas.

Los asientos

Siguiendo el interior del vehículo, es un hecho que al limeño promedio, cada vez de mayor estatura y barriga, le resulta difícil acomodarse a las formas, diseños y tamaños de los asientos de las unidades de transporte público. La mayoría ha sufrido de dolores de espalda debido a esta situación, a la que se suma la que se vive cuando el asiento está roto.

En las combis la situación se torna más crítica, ya que pueden estar sentadas hasta 18 personas en un espacio muy reducido y con la más absoluta incomodidad. Pero no son las únicas: hay microbuses y minibuses que tampoco escatiman en la longitud de espacio que debe ocupar un asiento, llegando a ser muy reducido o que, haciendo uso de un curioso humor negro, sirven para aquellos que no tienen piernas.

En los buses es algo menos frecuente, ya que hay asientos algo más anchos, pero no por eso es mejor. En varios, la separación de asientos es exagerada, y por ello, insegura, más en caso de una colisión o frenazo.

Las filas de asientos también es un tema de interés. En el caso de las combis y microbuses, tenemos tres columnas de asientos (de 2 y 1 a los lados). Las combis tienen prohibido llevar pasajeros de pie, aunque en el Callao y en horas punta en general se ve esto con frecuencia. Los microbuses llevan dos filas de personas que van de pie, siendo muy reducido el espacio entre ellos.

En cambio, los midibuses y ómnibuses cuentan con tres a cuatro filas de asientos (de 2 y 1 o de 2 y 2 a los lados). Los midibuses llevan de 2 a 3 filas de pasajeros de pie, mientras que los buses llevan de 2 a 4 filas de pasajeros de pie, según la demanda o las exigencias del cobrador. En función de ello, el espacio puede verse reducido a cero en estos ámbitos.

Las zonas VIP

Prosiguiendo con el interior del vehículo, más de uno habrá notado esto: en algunas unidades de transporte público, existen “zonas VIP”. Sí, zonas VIP (Very Important People). ¿Es broma? No, no lo es. En los usos de varios transportistas se le llama así a los espacios que están junto al del chofer, así:

-       En las combis, son los asientos de copiloto. Si bien el diseño original prevé solo un asiento, los carroceros suelen incorporar uno más en el medio, a veces quedando las piernas del pasajero pegado a la palanca de cambios.
-    En los microbuses, es el asiento de copiloto y los que están atrás de los asientos del chofer y del copiloto. En algunos casos, cuando el motor del vehículo está cubierto, suelen sentar pasajeros (lo que está prohibido, por cierto, y causa problemas en la salud reproductiva).
-   En los midibuses, es el asiento de copiloto (si es que la puerta no se encuentra en ese lugar) y, necesariamente, el asiento atrás del chofer (o lo que haga de eso). A veces se cubre la parte encima del motor del vehículo, y son empleados también como asiento (acto también prohibido y que atenta contra la salud reproductiva).
-    En los buses, el asiento atrás del chofer (a veces un balde, barril o un asiento propiamente dicho), y al cubrirse la parte encima del motor del vehículo, estas pueden ser empleadas a veces como un asiento más (nuevamente, un acto prohibido y que atenta contra la salud reproductiva, pero frecuente en horas punta).

Los motores

Hablando de motores y sus ubicaciones, hay un tema extra. Podríamos decir con certeza que aún son pocas las unidades de vehículos de transporte público cuyos motores no se ubican en la parte delantera. Es casi la norma general en Lima, aunque con un muy lento cambio.

Los motores suelen ser ruidosos en niveles aceptables, mientras aumentan las unidades con motores poco ruidosos, todavía se ven unidades cuyos motores ruidosos y potentes auguran un viaje nada silencioso y tranquilo.

La música

Lo que sí asegura un viaje silencioso (y dependiendo del gusto, tampoco tranquilo) es la más variada música escuchada a gusto del conductor del vehículo: desde el reggaetón hasta el rock, desde la chicha hasta la salsa, desde la cumbia hasta la nueva ola y desde la música románticas hasta las radios de noticias –infaltable en caso de los partidos de la selección nacional–, en muchas de las unidades es posible afirmar que, según el ánimo del pasajero, el viaje será animado o estresante.

Los timbres

Y ya al bajar, en aquellos vehículos de dos o más puertas, nos encontramos con los timbres, ubicados en las agarraderas adyacentes a las puertas o encima de las mismas.

Y sí, tampoco se salvan de la variedad: los hay modernos (con luces led intermitentes) y los clásicos (el botoncito). Inclusive (aunque cada vez menos) se aprecian los que consisten en una simple cuerda que hay que jalar para sonar una campanita (o timbre de bicicleta) en la parte delantera junto al chofer; y el alguna vez reportado pollito de hule que servía como botón.
Y mientras hay algunos que tienen la escueta leyenda de “timbre”, mientras que otros tienen todo un instructivo de uso –un toque, avisa parada; dos toques, confirma parada; tres toques, cancela parada–.

Estas son algunas de las características que tienen los vehículos de las rutas regulares de transporte público que todo limeño ha experimentado o inclusive padecido.

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